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Piezas selectas del Museo Oriental


Emperatriz madre

Colección de China
Sala 5
Lacas
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Emperatriz madre, Señora Guan Madera lacada y dorada. Dinastía Qing (1644-1911).

La apertura de los ojos: dedicación y activación de las imágenes.

Hasta que no son investidas de poder, las imágenes son solo objetos. Una vez que el artista ha terminado la escultura se la venda los ojos con una franja de papel rojo, y así es llevada al templo. Allí tendrá lugar la ceremonia denominada “apertura de los ojos”. Hasta entonces la imagen está sin vida, a la espera de la ceremonia en la que la estatua vacía acogerá la divinidad correspondiente.

El ritual de “apertura de los ojos” varía de una a otra parte de China, aunque incluye algunos momentos esenciales.

Primero se recita una oración pidiendo al dios o a la diosa que tomen residencia en la imagen. A continuación se quita la venda que cubría los ojos. Después, con un pincel de escribir, se pinta con tinta roja un punto en los ojos de la divinidad. Otras veces, en lugar de tinta, se usa la sangre de un pollo que se ha decapitado durante el rito de activación de la divinidad.

A partir de ese momento la nueva imagen queda ya poseída por el espíritu de la divinidad y está lista para ser venerada.

Algunas divinidades tienen una cavidad en la espalda, que está sellada con un trozo de madera. Este orificio contiene objetos rituales, colocados ahí en el momento de la dedicación. Varían según la regiones. Sin embargo, el concepto más común es que ha de ser inyectada la vida dentro de la imagen. Por eso, antes de que sea sellada, se suele introducir en el orificio un insecto vivo.

En la provincia de Hunan la mayor parte de los dioses suelen llevar también dentro un trozo de papel, escrito por el sacerdote que ha realizado la ceremonia de la “apertura de los ojos”. En él se indican la identidad de la imagen, quien ha sido el artista que la esculpió y cuando. También se colocan dentro de la cavidad pequeños trozos de cuerda, metal, algodón, ramas, ... colocadas y atadas juntas. Representan las entrañas de la divinidad.

En otras regiones –para dar vida a la imagen y dotarla de poder–, basta la ceremonia de pintar ritualmente los ojos con un punto rojo.

 
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