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Piezas selectas del Museo Oriental


Paisaje de Chou

Colección de China
Sala 8
Pintura
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Viajando a She Chuan. Pintura sobre seda. Obra de Chou-Ch'en ( -1535) Donación del Dr. S. C. Cheng y la Dra. Luana Cheng Tee.

Pintura de Chou-Ch'en ( -1535)

Este artista nació en Su-Chou, aunque no se conoce la fecha. Fue alumno de Ch'en Hsien y siguió a Li T'ang y a la Escuela Ma-Hsia. Él fue quien elevó la pintura profesional de Su-Chou a un alto nivel. Entre sus renombrados discípulos se encuentran figuras como T'ang Ying y Ch'iu Ying.

Por su obra sabemos que se mantuvo activo entre 1500 y 1535, año de su muerte. Debido a la fama que en la época tuvieron sus discípulos, su trabajo se ha mantenido bastante en la sombra. Tanto es así, que se cuenta que cuando T'ang Yin tenía muchos encargos y no podía atenderlos se los pasaba a Chou-Chien, para que los hiciese por él. Después T'ang Yin los firmaba y los vendía como suyos.

Hoy la crítica lo está revalorizando considerándolo un artista de mucha mayor fuerza e inspiración que aquella que hasta ahora se le había atribuído.

Fue un extraordinario pintor de paisajes y también de figuras. En esta pintura –que forma parte de la Donación del Dr. S. C. Cheng–, observamos cómo las caravanas se entretienen a descansar y abrevar los caballos antes de iniciar un peligroso viaje por el gran desfiladero. En fila india las cabalgaduras van subiendo. Por encima, la inmensidad de las montañas que parece van a caer sobre ellos.

Por debajo, el precipicio, al que hay que estar atento para no deslizarse.

En esta pintura de paisaje el hombre es concebido como un fragmento minúsculo en la inmensidad de la naturaleza. El espectador es invitado a identificarse con estas pequeñas figuras y, por lo tanto, darse cuenta por medio de ellas, de la aplastante grandiosidad del cosmos. En la visión china del mundo, el hombre, no es considerado el dominador de la naturaleza, sino un insignificante elemento del todo.

Se trata de una obra llena de tensiones: montañas y precipicios, cielo y abismo. A cada momento se está rozando el peligro. Un paso mal dado y se precipita en la muerte. Pero, si miramos hacia arriba, vemos que es primavera y que los árboles están floridos. Hablan de vida y de renacimiento, de un nuevo comienzo.

Observamos la caravana de viajeros que sube a lo largo del río. Más allá el vacío, las montañas, que son la imagen misma de la majestad. Las masas rocosas parecen abrumar con todo su peso. Y por otra parte la roca parece que se eleva hacia el cielo. Es como la invitación a un viaje hacia el infinito. Más que por lo pintoresco de las formas de la naturaleza, esta pintura intenta entretenernos con otra cosa. Del agua a la montaña; de la montaña hacia el cielo. Quizás el artista nos esté invitando a participar en una reunión espiritual, o seguir la “vía” ardua hacia la búsqueda de la unidad primordial.

Alrededor de la pintura numerosos calígrafos y coleccionistas han dejado para la posteridad sus comentarios poéticos. Esto es una prueba evidente de la gran estima en la que se ha tenido esta obra.

 
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